viernes, 3 de abril de 2015

LA PRISIONERA ( BREVE CUENTO)

Aquella tarde, al enterarse que se le había concedido el indulto que la liberaba de la cadena perpetúa a la que había sido condenada, una mezcla de emociones invadió a la prisionera, se agolpaban en su mente y en su cuerpo la tristeza, el temor, la incertidumbre.

Después de los trámites de ley, ¡por fin salió a la calle!, la luz del  sol brillante lastimó sus pupilas, el aire rozó su rostro como una tierna caricia, sus manos y piernas se encontraban libres de las cadenas que durante muchos años la mantuvieron cautiva.  

¿Qué hacer? ¿A donde dirigirse? ¿Permanecer sola o buscar compañía? estas y muchas preguntas más danzaban en su mente ¡que paradoja¡, tantos años añorando la libertad y ahora que la poseía no sabía que hacer con ella, todo le resultaba tan confuso.

Empezó a caminar mirando a su alrededor, sin observar el rostro de las personas que se cruzaban a su paso. Conforme iba avanzando y alejándose de la prisión que durante muchos años constituyó su hogar, se iba sintiendo cada vez más triste y sola y por momentos tuvo el impulso de regresar sobre sus pasos y rogar a su carcelero le permitiera regresar a su celda, sin embargo la cordura y la razón se impusieron y continúo su caminata, sin voltear hacia atrás.

Después de un tiempo de caminar sola, un hombre se acercó a ella, le habló dulcemente y le acarició el rostro, lo que hizo estremecer hasta la ultima célula de su cuerpo,¡ hacia tanto tiempo que nadie la hablaba de esa forma y que no había recibido una caricia¡.

Sin detenerse a mirar siquiera a este hombre, lo tomó de la mano con la fuerza y desesperación con la que un náufrago se aferra a una tabla de salvación.

Recibió, junto a este hombre, la primavera y el invierno y a medida que pasaba el tiempo sus ideas se iban aclarando, su confusión desvaneciéndose y su visión haciéndose más nítida.

Fue soltando poco a poco la mano de este hombre para continuar su camino sola, ¡a su paso muchas manos se extendieron hacia ella¡, con la esperanza de que las estrechara, después de un corto tiempo, tomó la mano de un hombre, que en su mirada reflejaba bondad y honestidad, sin embargo, no hubo en esta ocasión, ni la fuerza ni la desesperación  que la primera vez , por lo que le fue más fácil soltarla y continuar su camino sola.

A principios del  mes pasado encontró a un HOMBRE, que también camina sólo se ven, se sonrían, platican y se brindan compañía y caricias mutuas, sin invadirse, sin sofocarse, sin presionarse siendo ellos y dejándose ser.

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